martes, 9 de abril de 2024

CIUDADES ETERNAS


CIUDADES ETERNAS                                                                            07.04.2024

    En las últimas semanas, se ha hablado mucho en Jaén de la estructura y el urbanismo de la ciudad. Por un lado, la polémica sobre la alameda, que espero que la conserven como un tesoro, como un paraíso escondido en el mismo centro urbano y que si la tocan, sea para mejorarla.

    Por otro lado, me ha sorprendido una noticia a contracorriente: la reapertura del cine Alkázar, también en pleno casco histórico, con la finalidad de impulsar el cine independiente, de Jaén y los cortometrajes, esto es, la cultura en el centro, después de años del cierre del Cervantes, el Asuán, el Rosales o el Darymelia. Todo gracias a una productora jiennense, Loklaro Entertainment. Chapó, señores productores.

    Esta noticia me retrotrae a mi etapa universitaria granadina en la que era un placer pasear por las plazas de la ciudad antes o después de ver una película. Un paseo en el que se enredaba la conversación y la película y ambas quedaban atrapadas en los callejones y rincones de la ciudad. Ese ambiente que tan bien plasmó el poeta José Carlos Rosales en un delicioso poema.

    De forma paralela, en las últimas semanas, con los preparativos de la Semana Santa, esta ciudad, como la mayoría, ha hecho limpieza profunda en el casco antiguo y se ha engalanado para el lucimiento de las procesiones y ser un buen escaparate turístico. Y una vez pasadas las fiestas, no sé si es demasiado importante cuidar la estética del lugar que habitamos miles de ciudadanos.

    Observo una mayor sensibilidad que parte principalmente de la ciudadanía. Hay que cuidar cada detalle. Cada detalle cuenta, pero cuenta para todo el año, no solo para Navidad o Semana Santa. Las ciudades son una buena radiografía de sus ciudadanos y también de sus gobernantes. Solo hay que alejarse unos metros del centro, o quizá ni eso, para ver cómo el suelo se parchea de distintos colores o la abundancia de baldosas rotas que provocan tropiezos, salpicaduras o producen una sinfonía de sonidos huecos en cada pisada.

    Las ciudades han ido perdiendo progresivamente parte de su vida y su identidad sustituidas por los centros comerciales. Y lo que queda, además de muchos locales en alquiler, ya no es el comercio local cercano y familiar sino una ciudad dominada por el estereotipo y la franquicia. En todas las ciudades es fácil encontrar el mismo parque temático a través de bares y comercios clónicos a otros en sus antípodas. Da igual dónde estemos. Y cuanto más imitemos a las grandes metrópolis como Londres o Nueva York, más tarjetas de crédito (only card), más cubiertos de usar y tirar y más despersonalización. Una vida hecha de plástico y mentiras en la que solo importa el dinero y no el “Buenos días” o la confianza con el carnicero del barrio. En sentido opuesto se han recuperado, humanizado y embellecido ciudades como Bilbao, donde la industria oscurecía toda lo valioso que en los últimos tiempos han sacado a la luz. No perderemos la esperanza.

    Y luego están las ciudades eternas. Ciudades como Lisboa o Venecia que muestran su belleza y armonía incluso en su decrepitud, en su aceptación serena de la decandencia. Y la más eterna de todas, Roma, que muestra el sentimiento de gran potencia más allá del tiempo. Los romanos de hace más de dos mil años ya tomaron conciencia de que su ciudad perduraría sine die. Y con este cuidado y preocupación la han mantenido hasta hoy. Es el orgullo y el amor propio lo que la hace eterna. Como siempre, es el amor lo único que salva, lo único que nos salva. En ese sentido, todos los lugares históricos queridos y cuidados por sus ciudadanos serían eternos. A eso aspiramos humildemente, a unas migajas de eternidad. 

jueves, 21 de marzo de 2024

El camino trillado por la vulgaridad

 




EL CAMINO TRILLADO POR LA VULGARIDAD                                    25.2.2024

    Se acerca el día de Andalucía y tocará hacer homenajes, cantar himnos y demás parafernalia. Seguro que en los medios de comunicación veremos encuestas y estudios donde se nos ha analizado. Le darán vuelta a nuestros rasgos y estereotipos y esperemos quedar bien parados.

    Además de recordar lo mal que hablamos (de nuestra riqueza lingüística única en el mundo hispano no hay que acordarse), tradicionalmente se insiste en nuestra afición a la fiesta y a la vagancia.

    Como prueba de que el tedio y la holgazanería no es solo cosa nuestra, puedo aportar que, en mi corta vida laboral fuera de Andalucía, escuché en lengua valenciana una frase que se repetía a diario y que fue mi primera expresión aprendida en esa lengua: “No tinc ganes de fer res” (No tengo ganas de hacer nada). A lo que se podía añadir: “Res de res” (Nada de nada).

    En el lado opuesto, tengo un familiar a punto de jubilarse que ha trabajado en varias provincias de Andalucía como un excelente profesional. Recuerdo cómo hace años ya era objeto de preguntas llenas de asombro o burla del tipo: “¿Es que vas a heredar la empresa?”. Él mismo me ha hablado muchas veces sobre la orquesta de saltimbanquis y titiriteros (con todo mi respeto hacia la profesión) que ha tenido a su alrededor y que le han hecho tragar grandes cantidades de bilis.

    Percibo que hoy más que nunca está de moda la falta de responsabilidad, de implicación, de vocación y de virtuosismo en el trabajo que desempeñamos, sea cual sea, a veces impuesto, a veces elegido.

    Solemos criticar mucho a los políticos y nos escudamos en que “todo el mundo lo hace”. Y con esa excusa nos pasamos tres pueblos. Escribo en plural y quien esté libre de pecado … Y es así como empezamos por ser impuntuales. Llegamos tarde y nos vamos antes. Y en medio perdemos el tiempo. Los móviles y las redes sociales también ayudan en este sentido. Se convierte a veces el lugar de trabajo en una feria donde se va a jugar, a pasarlo demasiado bien, a hacer vida social y planes para el fin de semana. Por el contrario, llevarse trabajo a casa es demencial.

    En otras ocasiones, nos aprovechamos de lo que no nos pertenece, no hacemos lo que debemos o no estamos donde tenemos que estar. Pensemos en bajas laborales, evasión de impuestos, conseguir subvenciones y todo lo que sea llenar nuestra saca a costa de lo público.

    He leído sobre una mujer andaluza del mundo de la cultura que trabaja dieciocho horas al día. ¡Qué barbaridad! Tampoco tenemos lejos a nuestros padres agricultores que han estado en el campo de sol a sol y después tenían en la casa vacas que ordeñar y un sinfín de tareas. Esa es la realidad que choca con los caraduras actuales que se jactan de hacer lo mínimo o menos de lo mínimo y conseguir el máximo beneficio. Ahí tenemos a algunos influencers que se enriquecen haciendo vídeos nada edificantes para la sociedad. Ese no es terreno fértil para los futuros andaluces.  

    Afortunadamente, no todo es así. Hay una Andalucía próspera y luminosa, moderna y responsable. La pena es que a veces para ejercer como tal tiene que salir de sus propios límites. Blas Infante lo dijo magistralmente: “Andalucía necesita de su juventud, pero de la juventud honrada, de la juventud trabajadora, de la que pone sus ideales fuera del camino trillado por la vulgaridad”.

    ¿Os imagináis que en lugar de imitar a los pueblos del norte seamos nosotros el modelo? Ojalá abandonemos algún día la vulgaridad y seamos más ejemplares. Ojalá en este y en todos los días podamos celebrar la pasión que le ponemos a la vida, el mestizaje de nuestra historia, la riqueza de monumentos y paisajes, la entrega y el compromiso, las huellas de nuestros antepasados que sembraron nuestro presente.

    A veces creemos que con envolvernos en banderas o lucir pulseritas o tatuajes es suficiente. Ser buenos andaluces no se puede quedar en una impostura o un adorno exterior. Se trata de mucho más, se trata de poner toda el alma trabajando por Andalucía, por España y por la Humanidad. Toda el alma. 

martes, 13 de febrero de 2024

viernes, 26 de enero de 2024

90 aniversario de la Escuela de Arte de Guadix















DESDE LA ESQUINA SAGRADA

 

Sin salir de mi tierra,

en el viejo palacio,

en el centro mismo de la ciudad milenaria

he visto cómo emana sin cesar

una gracia divina, un beso al aire

que va del corazón hasta las manos.

Es el arte,

el arte hecho pasión, legado, futuro, sueño.

 

Han sido miles de ojos cautivados

por la sabiduría del maestro.

Miles de manos que ensayan bocetos y ganan

destreza forjada por el paso de las horas

con desvelo y tesón.

 

Son hijos, madres o niños con ojos inquietos,

jubilados que vuelven

a enredarse en la paz de la belleza.

 

Al calor de la forja o el carboncillo,

para modelar cerros sobre un torno,

o buscar perspectivas y colores

escondidos entre trípodes y caballetes.

 

 Con ritmo rompen el silencio las bolilleras,

son sus alegres hilos

y las puntadas pacientes de las bordadoras

las que cosen los flecos de la vida. 

 

Desde aquí, desde el viejo portalón

en la esquina sagrada de la ciudad de piedra

vuela lejos el beso

entre cerros, alamedas y nieves.

Vuela lejos más años,

más semanas, más días,

llevando por el mundo nuestra esencia.

 

                                               Guadix, 19 de enero de 2024 

 

Unos héroes peculiares

 El el blog CHANGING PERSPECTIVES ON EDUCATION THROUGH ERASMUS PLUS (ERASMUS + IPEP JAÉN)

                -ARTÍCULO EN ESPAÑOL


                -ARTÍCULO EN INGLÉS




El artículo también ha aparecido en Ideal Jaén (28.01.2024):

Enlace a la versión digital


UNOS HÉROES PECULIARES

    A lo largo de la historia hemos conocido muchos héroes. Normalmente se han asociado a las hazañas y victorias en guerras, a la fuerza física, a la inteligencia para arengar y dirigir a las masas, en definitiva, a la capacidad para superar los obstáculos de la vida y ser líderes de una comunidad. Así nos lo han contado las grandes epopeyas de la Antigüedad y, en el siglo XX, el cine ha dado buena cuenta de ello.

    Hay nombres que irremediablemente asociamos a la guerra: Troya, Sarajevo, Ucrania, Gaza,… y algunos por desgracia siguen siendo actuales. Sigue habiendo héroes y villanos, según desde el punto de vista que tomemos. Pero en esta ocasión son otro tipo de héroes.

    Me estoy refiriendo a los adultos que se dedican a mejorar su formación académica y su vida profesional, compatibilizando esto con su vida familiar y profesional. Algunos están incluso privados de libertad en centros penitenciarios.

    En esta época en la que se busca el dinero fácil, el trabajo escaso o el desprecio hacia el conocimiento, ellos me parecen héroes modernos, antisistema que buscan salir del desempleo o de la precariedad laboral y lo hacen en condiciones muy adversas.

    No es la primera vez que escribo sobre ellos. Cuanto más me acerco a la enseñanza de adultos, más los respeto y admiro.

    Llevo algo más de un trimestre trabajando en el Instituto Provincial de Educación Permanente (IPEP), donde asiste gente que quiere obtener el título de la ESO, Bachillerato y pruebas de acceso a la universidad o a ciclos formativos. Nuestro alumnado aprende de forma semipresencial, a distancia, desde un centro de menores, desde una institución penitenciaria o en algunas localidades en las que cuentan con un CEPER (Centro de Educación Permanente). Además es un centro que forma parte de un proyecto internacional “Erasmus +” titulado: 'Repensando las prácticas educativas para adultos, estudiantes penitenciarios y menores infractores'. Esto implica que hay un intercambio internacional de conocimientos en relación a este tema. Los compañeros que han visitado centros y cárceles fuera de España nos cuentan cómo se trabaja allí. Y hay iniciativas y experiencias realmente admirables.

    Os cuento algunas de las experiencias que he vivido en este tiempo y que, sin duda, me han hecho reflexionar como profesora y como persona:

    Hace unos meses me visitó un alumno extranjero y me dijo que los alumnos españoles no valoran lo que es tener enseñanza gratuita. Me contó su historia personal y algunas anécdotas sobre su país. Vienen de lugares donde la corrupción y la delincuencia están extendidas, las posibilidades de mejorar las condiciones de vida son escasas e incluso la consideración social hacia ellos es desalentadora. En plena juventud ya los ven excesivamente mayores para formarse o cambiar de trabajo.

    Unos días después, un alumno se disculpa por faltar o llegar tarde y me dice que se encarga de enfermedades y cuidados familiares a tiempo completo.

    Es fácil que alguno de ellos exprima demasiado los horarios de descanso y dé alguna cabezada en clase. Y después me cuenta con toda tranquilidad su horario habitual, que quizá pueda empezar limpiando a las cinco de la mañana y terminar en clase a las nueve de la noche.

    Unos buscan mejores opciones laborales y más calidad de vida para ellos y sus familias. Otros quieren sacarse un título sin razón alguna, porque sí, por la satisfacción personal, por cumplir un sueño. Han esquivado el típico discurso del desánimo a su alrededor: ¿para qué lo quieres? ¿dónde vas a tu edad?

    Estos especímenes raros tienen otra peculiaridad. Son educados. Son respetuosos. Veo en ellos atención, sonrisas, agradecimiento. ¡Qué cosas!

    Hablo por teléfono con el alumnado a distancia que tutorizo para interesarme por ellos y la mayoría no tienen un problema, tienen mil. Imposibilidad de compatibilizar horarios, trabajo por turnos, falta de tiempo, hijos pequeños que no tienen donde dejar, enfermedades,... y aun así, muchos de ellos en cuanto pueden me piden ayuda para reincorporarse a sus estudios. Abro el correo y me encuentro un puñado de mensajes dando explicaciones, pidiendo materiales o disculpándose por su ausencia o por entregar la tarea fuera de plazo.

    Otros días me llegan los escritos de mis alumnos de la cárcel. Me cuentan lo sorprendente que les resultó ver que había una biblioteca en el módulo. Y palabras como estas que no me pueden dejar indiferente: “Es un alivio pensar que podría tener otras actividades que no fueran solo fumar o dar vueltas en el patio” o “Estoy deseando seguir con mi viaje en este curso con usted, esforzándome cada vez más, he aprendido a escribir mejor y quiero seguir”.

    Me extraño cuando veo que hay gente en una prisión que quiere leer y aprender. Recuerdo el inmenso trabajo que hacen los bibliotecarios para fomentar la lectura. Recuerdo las bibliotecas desiertas y cubiertas de polvo en las que nadie se interesa por un libro. Los libros son un peligro que la mayoría de la gente esquiva, el peligro de aprender. Tengo en mi retina todavía mi reciente visita al lugar donde estuvo la biblioteca de Sarajevo y otros lugares donde quedan tiros y heridas que se ven o se intuyen. Libros bombardeados, libros ignorados,... y en una cárcel, libros como refugio. Qué ironía.

    Este año me han encargado el proyecto “Escuela Espacio de Paz”. Unos días trabajo por la mañana, otros por la tarde, paso muchos momentos en soledad y pienso mucho en mis alumnos. La vida no es una línea recta y fácil en la mayoría de las vidas. ¿Quién no ha estado expuesto a los contratiempos de la juventud o a que la vida te deje en cualquier momento a la intemperie? ¿Hay nuevas oportunidades? ¿Son estas sus últimas oportunidades para enderezar el rumbo?

    Miro por la ventana, a veces veo amaneceres, otros días atardeceres y me pregunto: ¿Será esto trabajar por la paz? ¿Serán ellos los héroes actuales?

    Ojalá sepa transmitirles lo que pienso: no cejéis en vuestro empeño porque vosotros mejoráis el mundo, sois los auténticos escuadrones de la paz.

 

lunes, 1 de enero de 2024

Uno más uno



UNO MÁS UNO                                                                        31.12.2023

    Termina un año que me deja el corazón helado. No solo no hemos mejorado el mundo, sino que lo hemos empeorado con toda la saña de la que es capaz el ser humano. Daños de todo tipo, crispación, falta de educación y valores por doquier y sobre todo, cruentas guerras. Aunque enciendo poco la televisión, ¡qué pocas imágenes espantosas nos quedan por ver! ¡Cuántos niños muertos, familias destrozadas y pueblos destruidos! Mientras tanto, nosotros seguimos con nuestra opulencia, nuestros papanoeles y demás tinglado navideño. Nada más lejos del cristianismo, por cierto. Como diría mi abuela: no tenemos perdón de Dios.

    Con qué claridad visionaria lo dijo aquel genio bohemio francés llamado Charles Baudelaire en los primeros versos de Las Flores del mal: “La necedad, el error, el pecado, la tacañería,/ ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos”.

    Ante este panorama desolador, podemos tomar varias posturas. Lo habitual es echar balones fuera y que la culpa siempre sea de otros. Los políticos, los de aquí, los de allí, mis compañeros, mi empresa, los de mi pueblo, … pero nunca YO. Desconfiamos por completo de las iniciativas particulares, que son casi las únicas que adecentan un poco el mundo.

    El chispazo de lucidez de una persona se puede materializar en creaciones o proyectos individuales. Cervantes, Leonardo, Miguel Ángel, Galileo y otros muchos que ha habido y habrá. Pero cuando el genio individual se contagia y se convierte en bola de nieve, en proyecto colectivo, los resultados se multiplican exponencialmente. Ya no es uno, es uno más uno que es mucho más que dos. Admiro profundamente a los pueblos que mantienen en pie lo colectivo en cualquier parcela de la vida. He visitado recientemente Valencia y me he traído en la retina la unión de sus barrios, de sus fiestas, de sus Fallas construidas entre todos.

    Veo con esperanza cómo la gente de a pie se agrupa en asociaciones de vecinos, en la primera feria de no se qué, en el primer encuentro de no se cuánto, … Y que cuando menos esperas se ha convertido en la vigésima edición o en la sesenta. Y ahí siguen porque empezaron paso a paso, día a día, uno más uno. Es el caso de la I Feria de la Almendra de Gor, las tres ediciones de “Los tesoros reales” de Alcudia, la jovencísima Asociación para la Defensa del Patrimonio de Guadix (ADEPA), las mejoras en el barrio del Almendral o la Brigada de la luz (Civitas Lucis) en Jaén que se dedica a limpiar de pintadas y embellecer la ciudad, por mencionar algunos ejemplos. Esto con el paso de los años lleva a otros resultados como son la Feria de la Matanza de la Sierra Sur organizada por la Cofradía Gastronómica el Dornillo en Valdepeñas de Jaén o el Portal de Belén de Exfiliana, que ya cuentan respectivamente con dieciocho ediciones. Y así se puede seguir hasta las ciento setenta y cuatro ediciones de la Feria ganadera y gastronómica de Jerez del Marquesado. O, como estamos en época navideña, la Asociación de Campanilleros de Vilches o las Misas de Aguinaldos de los pueblos al este de Sierra Nevada que ya mencionaba Pedro Antonio de Alarcón hace casi doscientos años.

    Así lo ha pensado también el gran arquitecto y urbanista accitano Juan Carlos García de los Reyes en su felicitación navideña: “Quizás olvidamos que en todos los lugares hay huellas hermosas que nos narran logros colectivos que debiéramos perpetuar, ya que están llenos de significado y de historia colectiva”.

    Ese mismo camino, pero en sentido inverso es el que recorremos cuando dejamos perder tradiciones y costumbres ancestrales porque nadie toma la iniciativa ni conciencia a los demás de la importancia de la pérdida. Lo que solemos hacer es lamentarnos y añorar aquellos tiempos en los que se hacía esto o aquello, pero no nos arremangamos para mantenerlo. Y por supuesto, les seguimos echando la culpa a los otros.

    Hace unas semanas se organizó un evento titulado “Linares canta a Raphael en Navidad” en el que homenajearon al artista linarense por el sesenta aniversario de su debut musical. Más de quinientos músicos, más de una veintena de agrupaciones y artistas de todo tipo unieron sus voces en una sola voz. ¡Cuánto tenemos que aprender de la música y aplicar en los demás campos!

    Y este año en Jaén se celebra un aniversario muy especial, el setenta cumpleaños del Orfeón Santo Reino, el coro decano de Jaén y uno de los más antiguos de Andalucía. Un coro que ha llevado el nombre de Jaén por Europa durante muchos años y que sigue en pie gracias al tesón de sus componentes y directiva. Los conozco, hablo con ellos, sé de su día a día. Algunos llevan más de cuarenta años cantando, han dejado tareas personales a un lado, han hecho kilómetros y kilómetros para no perder ensayos, han perdido dinero incluso en sus trabajos, …  en su camino por mantener vivo el Orfeón. Por amor al Orfeón, por amor al arte. De este aniversario se deberían alegrar el alcalde, el presidente de la Diputación, el Conservatorio, todas las demás asociaciones musicales y todo jienense. Sin embargo, es probable que volvamos a pasar de puntillas en la valoración de lo valioso y de lo nuestro.

    Este cumpleaños y todos los de las asociaciones y eventos mencionados o no en este artículo merecen nuestro reconocimiento. Poner en pie cualquier cosa requiere mucho esfuerzo, mucho compromiso, mucho sufrimiento, a veces demasiado. Implica entregar tiempo y dinero, exponerse a críticas y opiniones que pueden ser tan ignorantes como destructivas. Pero toda esa gente concienciada con lo colectivo sabe que la entrega generosa siempre devuelve mucho más de lo que se da y nos enriquece y da vida a todos. Ojalá aprendamos algún día y se lo transmitamos a los que vienen detrás para que lo mejoren y lo continúen. Feliz 2024 en el que sigamos sumando.

 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

El diapasón

 

Relato de Navidad y cuentos de invierno, Ideal 24 de diciembre de 2023




EL DIAPASÓN

“El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos”.

                                                                                                                            Oscar Wilde

    En mi pueblo, un pueblo perdido en la sierra, iba a ser una noche de diciembre más. Pero fue la noche que cambió mi vida, mejor dicho, la noche que encontré la vida que me apasiona. Mis amigos y yo estábamos en la edad del pavo. Deambulábamos por la plaza del pueblo sin rumbo, como suele ocurrir a esas edades, entre bromas y tonteos adolescentes. En la vieja plaza, adornada con motivos navideños, los niños corrían con las mejillas sonrosadas. Al atardecer, los abuelos se retiraban tras tomar los escasos rayos de sol que se perdían entre las montañas y contar batallas del ayer sentados junto a una fuente. Mientras tanto, la mayoría de los vecinos volvía de una larga jornada en el tajo de aceituna.

    Allí, en la vieja plaza, entre la iglesia y el ayuntamiento, donde a diario se agitaba la vida de mis paisanos, vimos un cartel colorido en un escaparate. Anunciaba un concierto de villancicos de un coro de la capital para aquella misma noche. Le echamos un vistazo y, antes de decidirnos, captó nuestra atención el trasiego de gente desconocida y uniformada que iba llenando la plaza. En los pueblos, ya se sabe, enseguida se detecta a los forasteros.

    Al final, un amigo y yo nos animamos a ir al concierto. Yo solo había escuchado en vivo la rondalla y la banda de música del pueblo, donde me estaba iniciando como músico pero no sabía lo que era un coro polifónico, como rezaba en aquel cartel. No teníamos nada que hacer, así que entramos pronto en la iglesia y, de paso, nos resguardamos del frío mientras observábamos los preparativos, el ir y venir de los músicos, las vocalizaciones afinadas que salían de la sacristía, la llegada del público,... No tenía ni idea de lo que allí iba a ver ni a escuchar. Los hombres del coro lucían muy elegantes con sus trajes y pajaritas. Las mujeres deslumbraban con una especie de túnicas muy glamurosas. A los ojos de un joven de pueblo, todos me parecían sacados de la televisión, casi como de otro mundo.

    Tras la colocación y lectura de algún texto introductorio, sonó la música. La música con mayúsculas. Ahí sí que empezó toda mi vida posterior. En las vidas no hay demasiados  momentos que se puedan recordar con tanta nitidez, como una frontera que separa un antes y un después, el sonido del silencio o la noche del día. Y en ese concierto, con esas tres primeras obras en las que me quedé extasiado, en las que no pude reaccionar ni aplaudir, fue cuando la música se apoderó definitivamente de mí. De todos los componentes, a quien no perdí de vista en ningún momento fue al director. Observé cada uno de sus ademanes sin pestañear. Como si fuera un mago, en cada movimiento activaba a los cantores de una cuerda, la música lo traspasaba y salía de sus manos con la fuerza y la expresividad que él quería transmitir en cada momento. Desde entonces, los deportistas y las estrellas televisivas dejaron de ser mis ídolos. Y yo también empecé a mover mis manos queriendo crear música.

    A partir de ese día, todo fue investigación y experimentos con la polifonía allá por donde iba. Todos mis caminos convergían en el mismo sitio, en los sistemas y partituras a cuatro voces,  en los juegos de armonías y silencios, de empastes y matices. Así se han pasado más de treinta años de mi vida: cantando, dirigiendo, acompañando al piano, aprendiendo, enseñando, ensayando. Siempre. Hasta hoy.    

    Hoy es un lluvioso día de diciembre. Se acerca la Navidad. Todos los coros del mundo tienen preparados sus repertorios de villancicos y obras clásicas para estos días: Haendel, Mendelssohn, Mozart,... En el coro que dirijo, los cantores ya están listos para el concierto de Navidad anual. Todos estamos tan elegantes como nerviosos. La adrenalina de los momentos previos a salir al escenario. Quien lo probó, lo sabe. Acaricio en mi bolsillo un objeto que, a pesar de su frialdad, me da confianza y tranquilidad. Una pequeña barra de acero doblada en forma de horquilla que, con un pequeño golpe, vibra al instante dándome el sonido exacto, el nombre exacto de las cosas, como buscaba el poeta. Es el mismo diapasón que, a modo de amuleto, me ha acompañado en cientos de conciertos. Pero hoy es distinto. Hoy, por primera vez, cuando busque la nota en mi diapasón, cuando levante las manos y los mire, tendré frente a mí a los mismos cantores que se me quedaron grabados hace más de treinta años en la iglesia de mi pueblo perdido entre montañas. Por sus caras han pasado todos estos años de vida, con sus ilusiones, desengaños y vivencias variadas. Pero son sus almas las que siguen intactas, bendecidas por el son y el don sagrado de la música que, una noche más, envolverán con sus melodías a los oyentes, dejándolos impregnados por la fragancia de la Navidad. Esta noche, cuando los dirija, no los recordaré a ellos en aquel lejano concierto sino que evocaré a aquel joven con flequillo y ojos curiosos que, gracias a la armonía de sus voces, quedó agazapado para siempre entre corcheas, blancas y negras en el mejor pentagrama de la vida, la música.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Con su mismo

 




CON SU MISMO                                                 28.11.2023                

    No sé qué hago escribiendo este artículo. Esto es una pérdida de tiempo en la semana del Black Friday.

    Cuando pasa Halloween, todo son prisas. ¡Hay tantas cosas que organizar! Es difícil resistirse a tal cantidad de ofertas. No hay día que no me lleguen una docena de folletos o mensajes. Y tengo que ir descartando sin parar. La radio, la televisión, las redes sociales… todos hablan de descuentos. Es la oportunidad del año; hay gangas no solo en ropa o electrodomésticos sino también en viajes, ortodoncias, audífonos, vinos, pisos,... Quizá hasta sea más barato morirse en estos días.

    Afortunadamente ahora todos los días abrimos paquetes en casa. Como si todos los días vinieran los Reyes Magos. Y si no gusta, pues nada, se devuelve. Como no hay que pagar …

    Pero la calle también es irresistible. Qué ambiente de bolsas, tiendas, probadores,... Antes decían: “De la Purísima a San Antón …”. Y ¿por qué no empezar antes? ¿Por qué conformarse con tan pocos días? Con lo bien que sientan unos mantecados en noviembre. Ya he cambiado tres veces la decoración navideña.

    Son tantos detalles los que hacen falta. Yo todos los días compro algo. Tampoco tanto. Solo cuatro o cinco tonterías. Y nada de perderse oportunidades únicas, aunque haya que pasar la noche haciendo cola. Merece la pena. Y hasta terminas haciendo amigos después de tantas horas.  

    Otra cosa es lo que opinan mis amigas. Tengo una que se escandaliza con todo esto. Unos días habla de plásticos, otros de medio ambiente y reciclaje. Que si las cosas más importantes de la vida no son cosas, que todo lo importante es gratis,... Menudos rollos. Y cuando se pone profunda habla de austeridad y autenticidad, de emociones y vivencias. Renovar no es lo suyo. Ella sí que sigue con lo mismo de siempre. Vas a su casa y no hay nada nuevo que ver. Es más, es que no hay casi nada. Yo no entiendo su minimalismo y sus espacios diáfanos y luminosos. Donde se ponga todo lo que yo tengo en mi casa… que parece que me siento hasta más acompañada. Ahora le ha dado por hablar de experiencias, pero no de las que venden en paquetes. Ella habla de ir a coger aceituna, a una matanza o hacer mermelada y dulces navideños. Y se emociona con el frescor y el amanecer en el campo, los productos caseros, las risas, la convivencia,... ¡Qué barbaridad! No sé cómo somos amigas.

    Tengo otra con la que coincido un poco más. Compra, según ella, de forma moderada, sin mi adicción. Sobre todo está inmersa en la vida cultural. El otro día me recomendó que asistiera a una obra de teatro: “Los esclavos”, una farsa sobre la sociedad de consumo actual. “Que me vendría bien” decía. “Al teatro, ¿yo? Con el buen ambiente que hay en los centros comerciales, con sus luces y su musiquilla de Mariah Carey”.

    Os dejo que me acaban de llegar las ofertas del Cyber Monday y… ¡menudos chollos!

jueves, 26 de octubre de 2023

Con los jóvenes

 


CON LOS JÓVENES                                                            22.10.2023

    A lo largo de mi vida he tenido contacto con todas las etapas educativas y, concretamente, con los jóvenes me he quedado durante más de veinte años. Los he observado y estudiado con detenimiento. Alguien me dijo alguna vez que eran “una especie distinta”, que todo lo que parecía lógico a los adultos, no les parecía a ellos y viceversa. Y no estaba demasiado equivocado. Lo que está claro es que están en una etapa difícil y crucial.

    Compruebo cómo cuando comienzan el colegio todo son atenciones por parte de las familias. Sin embargo, en la adolescencia muchas veces los abandonamos. “No necesita a nadie”, “ya son grandes”, “este ya va solo” son algunas de las expresiones que escucho. Y creo que nos equivocamos. Es la etapa en la que más demandan nuestra atención y cuidado. Necesitan referentes entre su familia y sus profesores. Si no los encuentran, los buscarán en los amigos o a través del móvil. Y tocará cruzar los dedos.

    En septiembre la OCDE en su informe anual nos ha presentado datos terribles: España es el peor país de la UE en jóvenes que no tienen estudios después de los 16 años, ni Bachillerato ni FP. Y son un 27% (32% de chicos y 21% de chicas). Estamos entre los países en los que se dan más horas de clase, pero eso no se traduce en mejores resultados. Me pregunto dónde va esta “Triste España sin ventura”, como compuso Juan del Encina, con casi un tercio de los jóvenes sin formación adecuada. Es la realidad que vemos en los centros de adultos donde, después de unos años, los más tenaces vuelven para mejorar su nivel educativo y, por tanto, su cualificación profesional.

    Hace unas semanas hubo un episodio de violencia en Cádiz. Desgraciadamente, no es un caso aislado. La violencia se da continuamente en la mayoría de los centros educativos de igual forma que lo vemos en la calle. Vivimos en una sociedad enferma y los jóvenes son los primeros que necesitan cuidar sus hábitos, valores y salud emocional.

    Todos los años, aunque cambien los dirigentes, a principio de curso se habla de grandes inversiones y mejoras pero la realidad es que faltan recursos humanos en los centros. Sean orientadores, profesores, PTIS,… He trabajado con veinte alumnos y con treinta y cinco. Y la diferencia es abismal. Con ratios altas no se puede trabajar, no se puede llegar a ellos, no se puede ser un buen tutor ni valorar dificultades ni características individuales. Y las aulas se convierten en jaulas donde se cuentan los minutos para salir.

    En estos días escribía David Trueba sobre el estilo de vida que los adultos les hemos transmitido basado en la competitividad desmedida, la apariencia y lo individual en lugar del esfuerzo, la colectividad y el afán por ser buena gente. Esta es la realidad a la que todos nos enfrentamos y solo nosotros podremos cambiar. Como Shakespeare escribió: “No está en las estrellas mantener nuestro destino sino en nosotros mismos”.